¿Qué llevó a Donald Trump a claudicar?

¿Fue Jamie Dimon o el mercado de bonos?
Durante una semana, Donald Trump echó un pulso a los mercados. Pero para el miércoles, la guerra comercial multilateral que anunció a bombo y platillo el 2 de abril se había vuelto insostenible económica, financiera y políticamente para el presidente de EEUU.
En una decisión abrupta, Trump puso en pausa los aranceles más elevados que había impuesto a los socios comerciales de Estados Unidos, con la excepción de China, y declaró una tregua de 90 días para dar tiempo a los mercados para respirar y dejar espacio para las negociaciones.
Este giro radical representó un revés aleccionador para un presidente que afirmó estar «liberando» a los estadounidenses de lo que, según él, era un sistema de comercio global injusto que, según sugirió, solo él tenía el valor de cambiar. Su decisión de ceder, al menos parcialmente, es una señal de que Trump aún es susceptible a la reacción negativa de inversores, legisladores y donantes, incluso en una de sus principales promesas políticas.
Trump aseguró que llevaba días planteándose una pausa y que la decisión se concretó la madrugada del miércoles.
Revirtió los aranceles porque la gente estaba «un poco asustada», dijo. «Pensé que la gente se estaba pasando un poco de la raya. Se estaban poniendo nerviosos. Al final, la pausa salió del corazón», añadió..
«Creo que esto demuestra que presta atención a los mercados y que se da cuenta de cuándo se ha excedido. Creo que eso es una ventaja para las barreras: el mercado todavía tiene poder y no se deja intimidar», declaró Dec Mullarkey, director de SLC, una gestora de activos.
Hasta el domingo, incluso después de dos masivas ventas en los mercados de renta variable estadounidenses, Trump había prometido mantener su línea dura. El presidente pasó gran parte del fin de semana en Florida jugando al golf y puso el listón muy alto en las conversaciones con sus alarmados socios comerciales. Calificó las turbulencias del mercado como un incidente pasajero.
Pero las tensiones empezaban a notarse.
Los republicanos del Capitolio que apoyan a Trump en casi todo, de repente, expresaron sus críticas. Los demócratas, a los que les había costado encontrar una línea de ataque eficaz, se mostraron encantados por el regalo político que Trump había dado con una guerra comercial que perjudicaría a los votantes de todo Estados Unidos.
La revuelta contra el ultraproteccionismo de Trump por parte de los inversores y de algunos de sus ricos patrocinadores del entorno corporativo estadounidense, entre ellos Elon Musk, el magnate tecnológico y uno de los principales asesores de la Casa Blanca, fue cobrando fuerza.
El lunes, Trump empezó a recoger cable. Emprendió negociaciones comerciales con Japón y Corea del Sur y puso al secretario del Tesoro, Scott Bessent, al que Wall Street considera el más respetable del entorno más cercano del presidente, a cargo de las negociaciones con los socios comerciales.
El agresivo asesor comercial Peter Navarro, que escribió un artículo de opinión en Financial Times advirtiendo a sus socios comerciales que Trump no estaba negociando —justo como Bessent afirmó que estaba haciendo precisamente eso— pareció perder algo de influencia.
Trump reconoció que, mientras sopesaba la pausa, conversó con Bessent y el secretario de Comercio, Howard Lutnick, sin mencionar a Navarro.
Pero no fue hasta que la crisis del mercado se extendió a una venta masiva de la deuda pública estadounidense esta semana, lo que llevó a economistas como el ex secretario del Tesoro Lawrence Summers a advertir de una crisis financiera, cuando Trump claudicó de verdad, poniendo en pausa la mayor parte de los aranceles anunciados el «Día de la Liberación».
Trump, un duro negociador cuya carrera empresarial como promotor inmobiliario se caracterizó por el uso de la deuda, reaccionó ante las señales de alarma en el mercado de bonos estadounidense. «El mercado de bonos es muy complejo, lo estaba observando… la gente se estaba poniendo un poco nerviosa», dijo Trump al explicar su cambio de postura el miércoles. También reconoció que la entrevista que Dimon, consejero delegado de JPMorgan, concedió en Fox Business, donde advirtió que EEUU probablemente se encaminaba hacia una recesión, le había hecho reflexionar. «Intento mantener una visión tranquila, pero creo que la situación podría empeorar si no reaccionamos», declaró Dimon.
Los funcionarios de la Casa Blanca intentaron presentar el giro de Trump como parte de un gran plan.
El miércoles por la tarde, en declaraciones desde la Casa Blanca, Bessent afirmó haber pasado parte del domingo con Trump en Florida y describió los acontecimientos de la semana pasada como un reflejo de la «estrategia del presidente desde el principio».
Días antes, Bessent había elogiado los planes arancelarios de Trump en una entrevista con Tucker Carlson, sugiriendo que ayudarían a EEUU a lograr un mercado global más justo, a reindustrializarse y a abordar los «enormes problemas de distribución» de su economía.
Un ejecutivo de Wall Street cercano a la Casa Blanca afirmó que Bessent había ayudado a Trump a llegar a la conclusión de que EEUU debería poner en pausa los aranceles a países con buenas relaciones históricas con el país y limitar su castigo más severo a Pekín.
Las grandes empresas del país respiraron aliviadas, pero afirmaron que las convulsiones en torno a la trayectoria de las políticas de Trump no se habían disipado.
Recordaron que los aranceles del 10% para la mayoría de los países seguían vigentes y que Estados Unidos había intensificado su guerra comercial con China, la segunda economía más grande del mundo. Señalaron además que los posibles gravámenes a sectores como el de la automación y el farmacéutico seguían sin estar claros.
«Aunque esta pausa temporal puede reducir las turbulencias del mercado, no disminuye la incertidumbre que afecta a los cálculos comerciales, de abastecimiento e inversión de las empresas», declaró Jake Colvin, presidente del Consejo Nacional de Comercio Exterior, un lobby de Washington.
«Animamos a la Administración a que siga aliviando la tensión y piense en soluciones duraderas para eliminar estos aranceles, recuperar la confianza y minimizar la incertidumbre futura con nuestros socios económicos», añadió.
Los demócratas siguieron atacando al presidente, a pesar de su cambio de postura.
«El caos, la incertidumbre y el daño real del impuesto arancelario de Trump no desaparecerán en 90 días. Conclusión: el presidente ha creado un caos global a costa de las familias y empresas estadounidenses», declaró en un comunicado Dick Durbin, senador por Illinois.