Internacional

Trump, del júbilo al abismo

Dijo Lenin que hay décadas donde no pasa nada y, de repente, hay semanas en que décadas pasan.

Tal vez es la idea que mejor describe la (re)llegada al poder de Donald Trump, de la que se cumplen 100 días, aunque parece una eternidad. Celebraron con júbilo los mercados su elección, de inicio, y se asomaron al abismo hace sólo unos dias. De hecho, dependiendo de a qué hora de qué día se lea este artículo, puede que estemos en pleno rebote o marcando nuevos mínimos; tal es la volatilidad que rodea al personaje. Aunque no hace otra cosa que cumplir lo que prometió en campaña (con una ejecución errática, eso sí).

Nadie se tomó en serio de inicio la revolución arancelaria en la que estamos inmersos. Quisieron los mercados fijarse sólo en la reducción de impuestos y la desregulación, y se teme ahora una recesión. Lo más importante, tal vez, está fuera del radar de muchos. Subyacen cambios profundos, que probablemente estén transformando el mundo en que vivimos (e invertimos), de manera irreversible. Por partes.

Aranceles primero. La principal justificación ideológica detrás de los mismos -devolver producción a Estados Unidos- carece de sentido económico. Lograr votos apelando a tiempos pretéritos es una cosa. Que realmente redunde en más puestos de trabajo para el norteamericano nostálgico, otra muy distinta. El salario mínimo en Estados Unidos no permite trasladar fábricas desde Vietnam o Bangladés y que sigan siendo rentables. Las que regresen lo harán llenas de robots. Y tardará mucho en verse. Relocalizar procesos productivos es extremadamente complejo: al margen de la construcción en sí, se requiere el capital humano necesario, replicar relaciones con proveedores intermedios (que estan en múltiples países), y que el empresario lo entienda óptimo a largo plazo.

A Trump le quedan menos de 4 años (aunque declaró recientemente que hay «soluciones» para que acceder a un tercer mandato, mejor no añadir comentarios al respecto). Así pues, mientras los beneficios, si los hubiera, tardarán años en verse, los inconvenientes son instantáneos. El más evidente, en forma de un aumento de precios generalizado. No sólo se importan bienes finales, también los bienes intermedios necesarios para fabricar made in USA. Un arancel es sólo un impuesto que paga el consumidor local. ¿Cuántos norteamericanos empleará una fábrica de lavadoras? ¿Y cuantos comprarán lavadoras (y muchas otras cosas) más caras?

Parar la economía

Los mercados financieros caen por si lo anterior deriva en recesión, con una Fed sin margen de maniobra, si se da una escalada en la inflación. Creemos que cada vez es más probable, no tanto por los aranceles en sí, que no dejan de ser un one-off y serán negociados a la baja, sino por la incertidumbre generada, el peor ingrediente en cualquier receta para la economía. Es imposible tomar decisiones de inversión (y de contratación) en este entorno, algo que equivale a «parar» la economía. Conviene relativizar un tanto una eventual recesión, en cualquier caso. El punto de partida es muy sólido, no hay desequilibrios previos y funcionamos a pleno empleo. La inflación debería ser, esta vez sí, transitoria (dedos cruzados), y los bancos centrales tienen margen para bajar tipos si la cosa se tuerce más de la cuenta. Y, como decíamos antes, todos parecen olvidar que Trump también tiene en la agenda bajar impuestos y desregular agresivamente. No lean en las abruptas caídas de los mercados el aviso de una hecatombe. Parte del movimiento es una corrección de excesos previos, cuando tal vez se rozó la exuberancia. De hecho, por suave que sea, de haber recesión pensamos que aún no está en precio.

Decíamos al principio que lo más preocupante no son ni aranceles ni recesiones. Trump está dinamitando el orden actual, antagonizando a propios y extraños, entre los que se cuentan aliados históricos. No pretendo filosofar sobre las consecuencias geopolíticas de lo anterior, que las tiene y que muy profundas (uno diría que China es el gran ganador de todo este asunto).

Un servidor se dedica a los mercados financieros, que le recuerdan a uno con frecuencia la necesidad de ser pragmático (y humilde). El problema es que el sistema financiero actual está construido con el dólar como moneda reserva global, y con la asunción de que la renta fija de su gobierno es el activo libre de riesgo por antonomasia. Todo el planeta tiene las carteras sobreponderadas en activos norteamericanos.

A muchos inversores les pueden entrar dudas de si eso tiene sentido en el mundo en que estamos (y al que nos dirigimos). Un simple rebalanceo de carteras podría tener consecuencias dramáticas de ser demasiado rápido. Que no llegue la sangre al río.

David Macià Pérez | Director de Inversiones y Estrategias de Mercado en Creand Asset Management

Source link

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba